Tradición y naturaleza en Salcedo.

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Datos importantes
Presupuesto:
Medio ($101 - $250).
Tiempo recomendado:
3 días.

Tradición y naturaleza en Salcedo.

Tips útiles:

  • Usar protector solar –también labial–.
  • Los jueves y domingos son días de feria (hay más movimiento en el centro).
  • Aprovechar la mañana para recorrer la ciudad y sus alrededores.

Siempre que visitamos una nueva ciudad, nos gusta conocer sus mercados y descubrir su gastronomía; pero en esta ocasión, tanto por la hora como por el hambre (ya que tardamos alrededor de seis horas en llegar desde Guayaquil), decidimos dejar las degustaciones, sabores y sorpresas para otro momento. 

Así que entramos al restaurante Verde Sabroso Café. Por recomendación de unas amigas, pedimos un bolón pintón con chicharrón: eso sí, con queso tradicional de la Sierra. Su precio, tamaño y gran sabor, nos sorprendieron: $2.50 con bebida incluida (si quierea agregar bistec de carne y huevo, aumenta levemente a $4.00).

Esa noche nos acostamos temprano, y a la mañana siguiente sí fuimos por un bocado muy tradicional de la zona, en este caso, se trataba de un postre; los míticos helados de Salcedo. De hecho, a Salcedo se la conoce como la Capital del Helado.

Al ingresar a la ciudad, sobre la carretera, es común encontrarse con innumerables tiendas y vendedores ofreciendo estos helados sobre las aceras. Todos poseen el mismo empaque, pero nosotros deseábamos probar los auténticos.

Por lo que nos dirigimos al centro de la ciudad, justamente frente al Parque Central. Allí encontramos una pequeña tienda que vendía los originales Helados de Salcedo –así aseguraban en el cartel–, incluso su eslogan decía: “tradición familiar desde 1956”. 

Al probarlo, sentimos la diferencia: Estos son artesanales, sin crema por dentro y valen $0,60. 

Se complementa de cinco sabores: leche, mora, mango, taxo y naranjilla (los dos primeros se repiten en la parte inferior).

Con el helado por la mitad (la otra parte la comimos dentro de la tienda), salimos a caminar por las calles soleadas de Salcedo, siempre con los abrigos puestos porque hacía frío. Primero pasamos por el medio del Parque Central, y nos pareció llamativo que hayan podado algunos árboles con la forma de un helado tradicional de palito.

Durante este paseo, nos topamos con las vías antiguas del tren y nos acercamos a la estación abandonada que, a pesar de ser de día, daba un aspecto escalofriante. Las ventanas y puertas estaban selladas, a excepción de unas cuantas por las cuales asomamos la cabeza y pudimos constatar que el piso y las paredes permanecían sucias y manchadas. 

No nos atrevimos a poner un pie adentro (mucho menos pasar por ahí durante la noche).

Continuamos caminando por los antiguos rieles y vimos que estos cruzaban un puente colgante, con un riachuelo pasando por debajo. La estructura era de fierro y madera. La altura no era tanta; sin embargo, para quienes sufrimos de vértigo, se nos pueden congelar las piernas, sobre todo al ver el espacio vacío que hay entre una tabla y otra. Aunque, para ser justos, el paisaje hacía desaparecer el miedo. Andrea se sentó al borde a contemplarlo –con mucha precaución–.

Al llegar al otro lado, continuamos andando por los caminos alternos de la ciudad. Eran calles sin asfaltar. Casi no vimos gente, pero sí árboles de molles –pimienta rosa– a los cuales nos trepamos. Debajo de nosotros observamos una especie de valle, un área verde con más árboles junto a otro pequeño riachuelo. Pensamos que sería agradable pasar por allí.

Al seguir avanzando, llegamos a ver un desvío que conducía hacia un lugar que parecía ser una propiedad privada: la cerca de alambres de púas estaba abierta, así que nos atrevimos a entrar. El buen día nos seguía acompañando, nos topamos con dos vacas y tuvimos una vista –desde otra perspectiva– hacia un puente de Salcedo.

Al salir de este espacio verde, pasamos por el Parque de la Familia, donde las enormes resbaladeras (también nos daba temor lanzarnos) y los juegos infantiles –como su nombre lo indica– era ideal para pasar un momento ameno en familia y realizar deporte.

Mientras la tarde llegaba a su fin, nos dirigimos hacia una de las lagunas más llamativas del país, ubicada a sólo 20 minutos de Salcedo. Con rumbo hacia el sur, fuimos a la Laguna de Yambo en auto. Desde la carretera Panamericana, se debe descender por un camino de tierra que toma, aproximadamente, cinco minutos.

Como el sol estaba por caer, el frío se volvía más intenso, a tal punto que nos congelaba los huesos… pero logramos apreciar el verde de la laguna de cerca y con claridad. Una vez que llegamos a su orilla, nos percatamos de que había hospedaje (cabañas de madera con diseños modernos), zona de camping, tiendas y un restaurante ubicado en lo alto de la pendiente que atiende hasta la noche; para conocerlo, subimos por un sendero corto e iluminado.

Durante el día, es posible realizar paseos sobre el agua en pequeñas embarcaciones y en kayak. Los precios arrancan desde los $3.00. Incluso hay recorridos para descender en bicicleta por un costado de la ladera. En otro momento regresaremos para pasar la noche frente a esta laguna que algunos catalogan como encantada.

Existe una leyenda urbana acerca de un tren fantasma que se escucha pasar a medianoche; se trata de un tren que se accidentó hace muchísimos años, donde todos sus ocupantes se ahogaron en la laguna. Algunas personas aseguran que es sólo un mito, pero esta vez no nos quedamos hasta tan tarde para comprobarlo.

Al día siguiente, cautivados todavía por las historias urbanas, decidimos hacer un corto paseo dentro del Cementerio Municipal de Salcedo. La arquitectura y el diseño de algunas lápidas y panteones nos sorprendieron, así como el adorno y decoración de sus árboles.

Aparte, al ubicarse en una colina, teníamos una gran vista hacia la ciudad. No era tan grande, pero aún así nos perdimos entre sus pasillos. No hallábamos la salida y nos percatamos de que ya había pasado la hora de cierre… por suerte, sabían que éramos los últimos adentro y el cuidador nos estaba esperando.

Fiestas cantonales y apacibles paseos

El fin de semana que visitamos Salcedo, coincidió con la celebración de los 104 años de su cantonización, que se llevó a cabo del 25 de agosto al 24 de septiembre. Es un mes lleno de varias actividades y desfiles por las avenidas de la ciudad. Desde la Plaza Eloy Alfaro (llamada también Plaza de Papas) pudimos presenciar una parte de la danza y los grupos folklóricos.

Estuvimos poco rato allí parados debido a que, entre las tradicionales celebraciones culturales, habían unas personas disfrazadas como de ángeles (denominados Los Guacos) que llevaban alas y la cara pintada y, sorpresivamente, rodeaban a cualquier transeúnte que estuviera despistado, le hacían una especie de limpia con unas hierbas y le obligaban a beber un vasito de aguardiente.

Nos dijeron que, durante las fiestas de cantonización, realizan la carrera de burros más grande del mundo, pero el día que se efectuó, no coincidió con nuestra visita. Lo que sí alcanzamos a ver, desde la ventana de donde nos hospedamos (por la Plaza Eloy Alfaro), fue a la majestuosa montaña Iliniza Sur a lo lejos. Salcedo también nos cautivó con sus amaneceres y atardeceres.

Hay gente que viene a Salcedo sólo de pasada, por un par de horas, pero nosotros les recomendamos quedarse mínimo una noche, y un buen sitio para alojarse es Rumipamba de Las Rosas. Es cómodo y se caracteriza por su tranquilidad y diseño rústico. Sus tarifas arrancan desde los $75.00 y funciona también como restaurante. Aunque en nuestro caso, buscamos siempre una posada con cocina para preparar nuestra comida con todos los alimentos que encontramos en el mercado.

La ciudad nos atrapó con sus paisajes naturales que hallamos durante nuestros paseos alternativos, por lo que, antes de marcharnos, hicimos una última caminata bajo unos árboles gigantes, junto a un riachuelo (que según nos dijeron, se alimentaba del Río Cutuchi). En el lugar no vimos letreros de algún nombre, pero este corto sendero fue de nuestros preferidos.

Rincones naturales que se presentan en el camino

Nos despedimos de Salcedo, pero nuestro viaje continuaba: la Amazonía se marcaba en nuestro mapa. No estábamos tan lejos, queríamos conocer una reserva de rescate de animales silvestres (pueden leer aquí la entrada que publicamos acerca de dicho destino), y antes de llegar allá, decidimos realizar una parada para conocer una imponente cascada que se nos presentó en el camino.

Se trataba de la Cascada Machay, conocida también como El Rocío. Se ubica a dos horas de Salcedo, en la provincia de Tungurahua. Si van para la Amazonía, les queda en el camino. Para ingresar, se debe cancelar $1.50 por persona: les sugerimos ir por la entrada comunitaria, la cual permanece abierta de 08:00 Am a 06:00 Pm. 

Para conocer la primera cascada –la más grande e impactante–, hay que descender  500 metros por un sendero, en medio de la naturaleza, que posee ciertos tramos con escaleras y estructuras metálicas. No lo sentimos tan difícil, o quizás eran las ganas de ver de cerca esta cascada tan imponente.

Apenas llegamos, quedamos impresionados por su tamaño. Tengan en cuenta que, si deciden acercarse y bajar, se empaparán completamente. Allí mismo nos topamos con un pequeño puente colgante, el cual se prestaba como escenario ideal para sacarse fotos.

El sendero aún no terminaba. Continuamos por la escalera y nos encontramos con la segunda cascada: más pequeña, pero igual de encantadora. En esta parte se forman pequeñas piscinas naturales y, obvio, no íbamos a perder la oportunidad de meternos y salir revitalizados: eso sí, el agua estaba súper helada.

Recuerden llevar frutas, agua y snacks, ya que necesitarán energías para emprender el camino de vuelta y atravesar el mismo sendero –ahora en subida–. Terminamos ligeramente cansados; sin embargo, nos llevamos la satisfacción de haber conocido una ciudad espléndida y una cascada que superó nuestras expectativas. Cada vez nos sorprendemos más con las maravillas que descubrimos en nuestro país.

Datos importantes
Presupuesto:
Medio ($101 - $250).
Tiempo recomendado:
3 días.
Experiencia relatada por:
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